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Battletoads [NB Oldies]

Ranas llenas de WIN

Muchas veces pasa que cuando uno agarra el control de, digamos, una NES, y se pone a rejugar juegos antiguos, se da cuenta que el factor nostalgia puede jugar malas pasadas y lo que empieza con la intención de volver a terminar tal juego se queda en un “parece que era mejor antes”. Son pocos los juegos que hoy a 2011 siguen teniendo esa chispa de antaño, transversal a tecnología y nuevas generaciones.

Y seguramente más de alguien estará de acuerdo con que Battletoads es uno de esos elegidos. Este título hizo su aparición por primera vez en 1991 (20 años ya) en la consola de 8-bit de Nintendo, y fue desarrollado por Rare, cuando todavía se dedicaban a hacer títulos medianamente complejos. También hubo versiones del juego en otras plataformas, pero la de Nintendo fue la más conocida por todos, principalmente por su nivel de dificultad. Y si que había dificultad: Battletoads es considerado por muchos como uno de los juegos más difíciles que se hayan hecho jamás.

Battletoads es básicamente un juego de plataformas y beat’em up, cuyos personajes nacieron como respuesta a las Tortugas Ninja que estaban de moda en esa época. Tres batracios hacían las veces de héroes, que iban en una misión a rescatar a la Princesa Angelica y a uno de los Toads, secuestrados por la malévola Dark Queen. Este risible argumento servía como excusa para que dos jugadores de forma simultánea recorrieran -o intentaran recorrer- los complicados niveles del juego.

Cuervos hijos de su grandísima madre, jijiji

Hay varias cosas que llaman la atención de buenas a primeras en Battletoads. La jugabilidad es la típica de cualquier beat’em up de la época: un botón de salto, otro para golpear, y dependiendo de la situación los golpes podían variar un poco, y incluyendo una especie de remate que se mostraba con unas animaciones bastante graciosas que incluía cabezasos, o pies y puños gigantes.

Otros de los aciertos del juego es la variedad en el desarrollo de cada nivel. No hay ninguno que sea exactamente igual al anterior, y las situaciones van cambiando lo suficiente como para no ir repitiendo mecánicas una y otra vez. Los primeros tres niveles sirven como muestra: el juego abre con una sección donde golpeamos todo lo que atraviese a mansalva, incluyendo un jefe robótico al que hay que apiedrearlo hasta morir. A continuación, una caída semi libre en la que unos cuervos bien molestos sirven para sacar vidas extra a lo loco, pero hay que estar atento al cable y que los pajarracos no lo corten o es una vida menos de inmediato. Y para cerrar el primer capítulo, la famosa, archiconocida, y mítica carrera de obstáculos en moto (o algo asi) que está hecha para matar de los nervios a cualquiera.

Quizás lo más irónico del juego es que las partes de golpes y patadas sirven casi como un relajo, porque la dificultad en los niveles plataformeros es extrema, y la gran mayoría de esas secciones requiere de una paciencia de chinos para poder siquiera aspirar a superarla. El nivel de las serpientes gigantes es un ejemplo perfecto, ¿alquien pudo pasarla a la primera? ¿alguien podría hacerlo ahora? Seguro que no.

Por si fuera poco, el juego es hiper castigador con las vidas y las continuaciones. No existen passwords, ni las clásicas baterías de los cartuchos, ni nada de eso. Solo unas cuantas vidas, tres continuaciones, y con dos jugadores al mismo tiempo las continuaciones son compartidas, con lo que la palabra “cooperación” queda en entredicho. Un jugador menos hábil termina siendo un lastre, y no al revés, como en otros juegos donde un jugador talentoso puede hacer el trabajo casi solo.

El que diga que pasó esta sección a la primera, miente

Luego, el juego está lleno de detalles que a día de hoy dan cuenta de un extremo cuidado por parte de sus desarrolladores. Entre cada nivel se muestra una “cinemática” que va enlazando la historia, y donde los diálogos están llenos de absurdeces y chistes malos… pero malos a propósito. En la parte audiovisual, el juego destaca por las pegajosas melodías que van adornando cada nivel (no esperen orquestaciones ni nada, es una NES), y además por el excelente diseño de los sprites de los personajes principales, y sin contar lo variado de los niveles. Todos con muchos colores, la repetición entre uno y otro es casi nula, e incluso se dejan ver algunos efectos poco frecuentes en la consola, como los típicos fondos a diferente velocidad que dan la sensación de profundidad.

Pero por lejos, lo más brillante de Battletoads es lo refinado de su jugabilidad. En general, todo se reduce a reflejos, memoria, y paciencia, y aunque la curva de dificultad es bien lenta, ir avanzando y superando un nivel a la vez es extremadamente satisfactorio. El hecho de que las continuaciones sean limitadas no es un problema, al contrario: los jugadores ávidos de dificultad sabrán valorar ese pasito extra que se da al llegar cada vez más lejos. No es un título para terminar en un día: el que no lo haya jugado nunca, podría estar semanas intentando algunas secciones, y cuidado, porque quienes no tengan paciencia, probablemente van a terminar con controles rotos. Como yo mismo.

En mi defensa, puedo decir orgullosamente que en su día -hace mucho, demasiado tiempo ya- terminé Battletoads, y que tuve que anotar en un cuaderno la secuencia de obstáculos del nivel de las motos y los movimientos de salida de las serpientes; nada de internet ni Gamefaqs. Y todo ese esfuerzo sirvió para llegar a quizás uno de los momentos más gratificantes de mi vida como jugador, cuando derroté a la Dark Queen. Quien no lo haya probado todavía, y tenga algo de curiosidad, puede echarle un vistazo vía emulación (o si tiene una NES y puede conseguirlo, guárdelo como joya), pero siempre teniendo en mente algo importante: Goosfraba.

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