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Super Castlevania IV [NB Oldies]

Simon Belmont, Drácula y la llegada de Castlevania a los 16 bit. Lo recordamos hoy a más de 20 años de su lanzamiento.

Corrían tiempos más simples, más tranquilos, más ingenuos.  La tecnología no estaba en todos lados y todo tenía una vibra distinta.  Antes de las TV 3D, de los LCD y los plasma, antes de la banda ancha y las consolas en línea; entre cartuchos y CDs, entre clásicos y sencillez, entre consolas y arcades, entre 8 y 32 bits… Bienvenidos a NB Oldies.

Tenía tiernos 13 años cuando mis padres, en un esfuerzo astronómico de dinero y buena voluntad, nos regalaron un Super NES durante la Navidad de 1993. Disfrutaba de mi primera consola de 16 bit; dejar atrás la simpleza de la vieja y querida NES y presenciar el poder de la nueva tecnología era un espectáculo en sí mismo… al menos para mí.

Llegó mayo del 94′ y con ahorros en mano, comencé a ver qué me podía comprar. Después de revisar en algunos diarios y revistas (recuerden muchachos, no había internet en todos lados aquel entonces), en una Club Nintendo vi los avisos de tiendas de videojuegos ubicadas en el sector oriente de Santiago. Tomé una decisión, agarré mi dinero y partí a comprar lo que sería mi primer juego.

En esos días los arriendos lo eran todo, así que comprar un juego con esfuerzos propios (por usado que fuese) era algo mucho más importante de lo que es hoy. Deambulé por esas galerías durante largos minutos, hasta que me decidí y adquirí Super Castlevania IV. No estaba muy seguro de qué se trababa, había visto un par de fotos, escuchado que fue uno de los mejores juegos disponibles para el lanzamiento de la consola y muy poco más. Finalmente, lo compré por una corazonada.

Comencé entonces a conocer más de la dinastía de los Belmont, de su batalla contra Drácula y de este juego de aventuras. Primero, me quedé prendado a su estética, a su puesta en escena, tan seria, tan oscura, tan innegablemente soberbia. Todo lucía majestuoso: grandes corredores, un gran número de enemigos, jefes que parecían colosales, imponentes o gigantes y unos efectos visuales (layering, el famoso modo 7 y efectos de rotación) que en mi vida pensé que podría ver. El diseño era conciso, permitía un mejor desenvolvimiento visual de los conceptos y dejaba menos lugar para la imaginación. Incluso su uso de colores, alejado de las paletas pasteles y los tonos vivos y brillantes (cosa extremadamente común en la época) capturaba la atención, mientras sus controles eran toda una novedad para la saga y ponían a prueba las diagonales de tu cruz direccional.

Recuerdo los detalles, los ecos y los sonidos; todo sonaba como parece que debía sonar, acompañada por una banda sonora que me hipnotizó hasta las uñas. La música (compuesta por Masanori Adachi y Taro Kudo) era distinta, diferente, palpable. Para alguien que sólo había escuchado música de 8 bit, la sensación de escuchar orquestas e instrumentos era tan fresca y nueva como impactante. A veces, jugarlo era una travesía cuyos complementos funcionaban tan bien que te hacían sonreir al llegar a tu escena favorita que, coincidentemente, tenía tu canción favorita de fondo.

Resulta difícil hablar de un juego que te marcó tanto sin decirlo desde los recuerdos, desde la emoción que generó aquél entonces… y de eso se trata esto. Hoy en día, a los jugadores más jóvenes les debe costar trabajo imaginar por qué tanto cariño, pero todas esas cosas que los trollitos tanto “denuncian” (problemas de diseño, detalles en la animación, retrasos visuales tantas cosas comunes en esos años) eran parte del todo, eran parte del juego, no un asunto más del cual llorar. Quizás porque maravillaban más que ahora, porque sorprendían más que los juegos de hoy, porque sentías que te entretenías de una manera más especial… y no era ser conformismo; era disfrutar más y quejarse menos.

La entrada al castillo, los cuartos giratorios, las batallas con los imponentes jefes, el trabajo de diseño, el sistema de passwords, el escuchar esa tonada que te anunciaba “Stage Clear”, todos encantos y detalles que resultan imposibles de ver hoy.  Su gameplay es simple y efectivo, cumplidor y entretenido… una cruza ideal entre reflejos, táctica y memoria. Sólo recuerdo haberlo jugado hasta quedar chango… a veces, de manera completa en una sola sesión (una o 2 veces, sin perder ni una sola vida) y quedarme presenciando la lenta secuencia de créditos, donde Jun Furano parecía haber sido hasta el recepcionista de Konami.

Algunos plantean que es un episodio completamente nuevo, otros que es una suerte de remake del primer título de NES, pero sin dudas el juego marcó y dejo huella. Quienes pongan en duda eso deben recordar que algunos de los pixeles de este juego han sido reciclados y utilizados nuevamente en títulos como Symphony of the Night o incluso el más reciente Harmony of Despair.

Disfruté de más entregas: del buen Dracula X y del notable clásico de 32 bit pero jamás los hubiese disfrutado si no es por esa corazonada, por ese sencillo juego de aventuras que compré hace más de 15 años. La saga ha cambiado, ha pasado a las portátiles y ha intentado reinventarse pero, sin importar ese resultado, siempre tendremos los clásicos… esos juegos que, sin importar cuanto tiempo pase, envejecerán bien y continuarán teniendo ese lugar en nuestra memoria. Por algo ganaron esa etiqueta. Super Castlevania IV es un juego con un estilo y una personalidad que no es para todos pero sin dudas representa esa fórmula de antaño, ese estilo que hoy cuesta tanto encontrar.

Un sólo cazador de vampiros contra un ejercito de monstruos. Los viejos tiempos…

Link: Niubie Oldies

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